Un tesoro escondido

Uno de los tesoros artísticos de la Catedral de Albacete es, curiosamente, un gran desconocido. A pesar de encontrarse en el interior de un monumento céntrico, y con un intenso uso público como lugar de culto católico, no son muchas las personas que conocen una serie de pinturas que adornan las paredes de la sacristía con escenas bíblicas, murales con la técnica de la grisalla. El hecho de que estén en este espacio, un tanto reservado, las ha mantenido al margen del conocimiento popular durante siglos. Ahora, el trabajo de Luis Guillermo García-Saúco Beléndez permitirá a todos conocer estas pinturas del siglo XVI, que ha investigado y que difunde a través del libro 'Las grisallas de la sacristía de San Juan Bautista de Albacete. Un ciclo pictórico del Siglo XVI', editado por el Instituto de Estudios Albacetenses.

En el prólogo a este trabajo, el obispo Alberto Iniesta comenta que «el profesor García-Saúco nos 'descubre el Mediterráneo' en esta magnífica obra» al divulgar uno de los tesoros artísticos más desconocidos de Albacete.
También destaca que este libro combina tanto el meticuloso trabajo de investigación sobre las pinturas como una «sugestiva interpretación teológica» de lo que estas obras representan.
Porque el libro, a pesar de no ser muy extenso -unas ochenta páginas, en el formato de los Cuadernos Albacetenses- no se limita a describir las pinturas, la época en la que se hicieron y sus posibles autores, sino que ahonda en ellas y ofrece una interpretación de por qué se hicieron, y sobre todo por qué se eligieron estos temas. También apunta el autor la necesidad de que las pinturas sean restauradas, eliminando el espeso barniz que ahora dificulta su contemplación.
García-Saúco piensa que las pinturas se realizaron poco después de la construcción de la sacristía, posiblemente entre 1584 y 1597; su autor es desconocido, y son de una notable calidad artística.
 
El Concilio de Trento
 
Concluye su estudio indicando que el impulsor pudo ser el obispo Jerónimo Manrique de Lara, y que el objetivo del conjunto pictórico era «la exaltación de los valores católicos como una alegoría del pecado, la redención y la penitencia. Todo según lo subrayado por los dictados del Concilio de Trento (1545-1563) frente a ciertas creencias consideradas heterodoxas, como pudiera ser el protestantismo, e incluso con un ánimo integrador en una villa como Albacete, con un elevado número de moriscos o cristianos nuevos». Las grisallas que ocupan los muros de la sacristía son cinco. Representan la escena bíblica del Calvario, la predicación de Juan Bautista, la entrega de las llaves del cielo a San Pedro, la Magdalena ungiendo los pies a Jesús, y la conversión de San Pablo.
Ocupan tres de los muros, sobre las cajoneras que hay en la sacristía, y tienen una altura de 3,45 metros, con distintas anchuras (de 1,92 a 3,33 metros). Sobre cada una de ellas hay una inscripción, con palabras del Nuevo Testamento sobre el tema que representan.
Esta obra de Luis Guillermo García-Saúco contribuye al mejor conocimiento de una parte del patrimonio artístico albacetense. Un conjunto pictórico poco conocido, que probablemente ha llegado casi intacto hasta nosotros, a través de los siglos, precisamente por su carácter de pintura mural y por el lugar, de acceso restringido, en el que se encuentran. Otras obras de arte de este templo fueron destruidas o robadas en diversos momentos históricos, como las invasiones francesas del siglo XIX o la última guerra civil.
 
Con argumento
 
A la vez que hace una descripción de cada una de las escenas que pueden verse en la sacristía de San Juan, García-Saúco las compara con las imágenes, estampas y grabados, que pudieron servirle de inspiración al artista en aquella época. Y, en efecto, los ejemplos expuestos por el investigador guardan evidentes coincidencias, lo que viene a confirmar la coherencia iconográfica de estas grisallas con el momento en que fueron pintadas.
Luis Guillermo García Saúco va un paso más allá en la investigación de este conjunto pictórico, y apunta la posibilidad de que, en la única pared de la sacristía que hoy no tiene pinturas -la que ocupa un aguamanil del siglo XVIII- pudo existir, o al menos proyectarse, una sexta escena que completaría la 'línea argumental' de este conjunto: Adán y Eva junto al árbol, en el momento del pecado, seducidos por la serpiente. En el principio de este trabajo, García Saúco hace una descripción somera del templo de San Juan, la actual Catedral, y de su proceso de construcción a través de los siglos, desde su inicio en 1515, y sus inacabables reformas.
Se centra especialmente en la construcción de la sacristía en la que se encuentran las pinturas, una sólida obra, en piedra de sillería, que aún hoy destaca por su solidez y sencillez, haciendo esquina entre la calle Martínez Villena y la subida a la plaza de la Virgen.
Esta obra se hizo, afirma el autor, entre 1563 y 1573, y que fuera realizada, al menos en su mayor parte, por el artífice Juan Cubero.
En cuanto a las propias grisallas, recuerda García-Saúco que aunque no son muy conocidas, sí hay algunas referencias de autores que pusieron de relieve su interés.
Así, por ejemplo, cita a Elías Tormo, que en las consideró «obra de uno de los más valientes manieristas rafaelescos que puedan haber pintado en España».
 
«Dibujo grandioso»
 
Amador de los Ríos, en su catálogo de los monumentos de España, recoge, curiosamente, la existencia de dos de estas cinco pinturas, pero no de las otras tres que están en la misma sala.
Alfonso Pérez Sánchez las destacaba como «cinco grandes grisallas murales, muy bellas, de dibujo grandioso».
La autoría de estas pinturas es un misterio. En el caso de la obra de la sacristía, los libros de fábrica detallan los pormenores de los trabajos, los encargos y pagos que se hacen. A la hora de averiguar quién es el autor de estas grisallas, el problema es que los libros de fábrica de esa época se han perdido. Hay un vacío documental entre 1583 y 1705. Tampoco aparece el contrato de encargo ni el de finiquito en los protocolos notariales de la época, consultados por García-Saúco.
Este investigador, haciendo un paralelo con el 'Maestro de Albacete' autor de las tablas que se muestran en la capilla de la Virgen de los Llanos (tablas procedentes de la desaparecida ermita de San Antón), califica de 'Maestro de las Grisallas de Albacete' a este desconocido artista.
Lo que sí destaca es que no se trató de un encargo rutinario o meramente decorativo: «En el conjunto de las cinco grandes pinturas murales hay una intencionalidad artística alejada de lo puramente ornamental y también un ánimo creador y de calidad plástica sin paralelo en la zona».
 
Manrique de Lara
 
Entre las hipótesis que maneja el autor del libro, incluye la posibilidad de que se detuviera en Albacete alguno de los artistas italianos que en esa época desembarcaban en Cartagena y Alicante para dirigirse a El Escorial.
También tiene Luis Guillermo García-Saúco tesis para el posible 'autor intelectual' e impulsor del encargo: «se nos ocurre la posibilidad de que fuera el propio obispo de la diócesis el inventor de tal conjunto, y este pudo ser don Jerónimo Manrique de Lara, obispo de Cartagena entre 1583 y 1591, un individuo de acendrada personalidad católica que, en 1571, acompañó a don Juan de Austria en Lepanto y alcanzó después la condición de Inquisidor General».

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