Catálogo de la Exposición conmemorativa del III Centenario de la confirmación de la Feria de Albacete - 2010

Luis Guillermo García-Saúco Beléndez (Comisario de la exposición)

ALBACETE, FERIA

        Quizá, los albacetenses tenemos un cierto sentido de inferioridad con respecto a otras capitales españolas, ya que la ciudad que hoy tenemos no ofrece al visitante grandes monumentos históricos que atraigan con especial importancia, y eso, en general podría ser cierto. Por otra parte, pensamos que nuestra ciudad es algo moderno como consecuencia de que vivimos en una población que no tiene historia.

            Ambas ideas están totalmente arraigadas en los distintos medios sociales, incluso entre personas con cierto nivel de formación académica y cultural. Estos conceptos, realmente, no son de hoy, vienen de antiguo, quizá de finales del siglo XIX, principalmente de lo expresado en su momento por Amador de los Ríos, cuando en 1889 publicó su libro "Murcia y Albacete" en la colección "España en sus monumentos y en su arte". Aceptado lo que allí se expresaba por los albacetenses del momento, muchos de los cuales provenían del campo de la Administración -funcionarios de todo tipo y de servicios en una provincia que estaba pocos años funcionando- y comerciantes establecidos en la capital, a la sombra del desarrollo experimentado por la propia villa, desde el comercio de la Feria. A todo ello se debió unir un altísimo número de personas relacionadas con el medio rural, desde pequeños o medianos propietarios a agricultores, todos de escaso o nulo nivel cultural. A este conjunto social, alejado de los centros universitarios, sin sede episcopal, con una nobleza desaparecida o mejor absentista ya falta de una burguesía ilustrada, se une también una ideología tradicional política anclada en un fuerte liberalismo que, a veces, se ha hecho rico en tierras provenientes de la Desamortización, aunque después tomará posiciones altamente conservadoras.

            Este panorama sociológico es el que unido a la idea de "progreso" muy decimonónico incidió decisivamente en nuestra sociedad y fue factor de destrucción patrimonial, sin una adecuada respuesta social. Si en los años del primer tercio del siglo XX hubo un afán renovador y aparentemente monumentalizador de la ciudad (Calles Marqués de Molins, Tesifonte Gallego o Pasaje de Lodares), la trágica guerra civil cortó drásticamente y después los largos años del franquismo, cuando se inició su desarrollo económico comenzó un movimiento especulativo con la sustitución de una ciudad por otra. Después posibles actuaciones llegaron tarde.

            Con esta exposición que tiene un carácter estrictamente local, hay que reconocerlo, pretendemos, tomando por eje la importancia que para Albacete tiene la Feria, mostrarnos a través de diversas pinceladas algunos aspectos de lo que hemos sido y hemos podido recuperar. Desde la Antigüedad y la Edad Media que es el primer capítulo de la muestra con piezas tan bellas como la acrotera de El Salobral (M. Arqueología Nacional) o la entrañable y gótica cruz de Término (Museo Albacete). La época Moderna y Contemporánea, donde se incluyen puntos específicos y claros de la vida de Albacete: el Municipio y su historia con referencia a diversas épocas y aspectos, cual es el caso del señorío de Isabel de Portugal, esposa de Carlos V que recibió de su marido el señorío de la Villa de Albacete en 1526.

            El agua, siempre fundamental en la vida de la ciudad y factor de desarrollo, abordada en su pasado e incluso en su futuro. La prensa, reflejo de la vida cotidiana albacetense desde el siglo XIX y su conexión con la imprenta llegada tardíamente a nuestra ciudad.

            La provincia y Diputación, creada desde los ideales liberales de la Constitución de Cádiz en 1812, aunque adquiera su actual forma a partir de 1833 ya en el reinado de Isabel II, cuyo retrato se exhibe.

            La Iglesia, factor fundamental a lo largo de la Historia de España está representada desde la vieja parroquia de San Juan Bautista, hoy Catedral, con notables obras de arte a otros aspectos tales como el desaparecido convento de Justinianas, cuyo edificio estuvo en pie hasta 1935 o una de sus más populares ermitas -ya todas desaparecidas-, la de San Antón.

            En estos puntos que abordamos de la historia de la ciudad no podían faltar "los albacetenses", a veces más reconocidos fuera que dentro de nuestra ciudad; el más antiguo de los cuales es el poeta Juan Agraz que vivió en el siglo XV, representado en un cancionero de 1511, de la Biblioteca Nacional o el anónimo artesano cuchillero que durante siglos ha elaborado y vendido sus humildes productos a pie de tren pregonando el nombre de Albacete.

            Quizá este segundo capítulo de la muestra debería haber incluido otros aspectos, tales como el desarrollo urbano, la vieja Audiencia Territorial que desembocó en el Tribunal Superior de Justicia o el fenómeno del ferrocarril que ya en el siglo XIX fue factor de desarrollo, pero quizá esos temas deberían abordarse más monográficamente en un ansiado Museo de Historia de la Ciudad que algún día tendrá que crearse.

            El capítulo III de la muestra se dedica a la FERIA, objeto fundamental de la conmemoración, pero que no podría entenderse sin los puntos anteriores. Aquí la Feria, que en sí es algo efímero se ha intentado materializar desde la figura de Felipe V, que confirma el privilegio que venía desde la Edad Media y el retrato del monarca, obra de Van Loo (Museo del Prado); el de Carlos III del pintor Rafael de Mengs que autoriza y ensalza la construcción del actual edificio en 1783 a otros aspectos de la historia de la misma (proyectos, cartelería, programas...).

            Dentro de la Feria y desde el siglo XVII, la patrona de la ciudad, la Virgen de los L1anos, desempeñaría un importantísimo papel simbólico y de devoción popular y está, lógicamente, representada por piezas verdaderamente singulares: el manto donado en 1862 por Isabel II, las coronas de la Condesa de Villaleal o la exhibición pública por primera vez del Niño Jesús original del siglo XVII que habitualmente queda oculto a los ojos de los devotos por ricas vestiduras.

            Pero la Feria son los feriantes de todas las épocas, las diversiones y los juegos y ante todo el comercio que se materializa a través del dinero, de ahí que mostremos monedas, desde el siglo XIV al XXI (del Real al Euro); las pesas y medidas tradicionales para ese comercio y por supuesto las mercaderías desde lo más fino de platerías, relojerías, juguetes o, como no, la cuchillería tradicional. Estos aspectos tienen su dimensión más cercana en el tiempo en el comercio tradicional de botillería, ganados, aperos, etc., que podemos ver más o menos recreados con nostalgia en el antiguo ayuntamiento de la plaza del Altozano.

            Y en este mundo de la Feria siempre las fiestas taurinas han tenido un notable protagonismo, y de ello hay noticias al menos desde el siglo XVI; sin embargo aquí los toros y los toreros locales se presentan a través de planos, cartelería, cuadros y objetos; desde el torero "Mancheguito" activo a fines del siglo XIX a las tres figuras que tomaron protagonismo en torno a la década de los cincuenta del siglo XX, "Pedrés", Montero y Chicuelo.

            Otros diestros locales los mencionamos demostrando la implicación del mundo del toro en la tradicional Feria de Albacete, como un auténtico complemento de la misma.

            Por último, y aunque la muestra es en buena medida una mirada al pasado no podemos olvidar que Albacete, el de hoy, tiene una dimensión de progreso económico y social en el siglo XXI, cuyos proyectos podemos también contemplar de un modo más innovador y distinto.

            Del conocimiento de lo que fuimos y de lo que somos tenemos el reto de lo que los albaceteños queremos ser en los tiempos venideros.

IEA   Diputación Albacete
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