José Luis Simón García y Alberto J. Lorrio Alvarado
ARMAMENTO DE SITIO EN EL CASTILLO DE CHINCHILLA (ALBACETE) DURANTE LA GUERRA DEL MARQUESADO DE VILLENA: LA ARTILLERÍA DE HIERRO FORJADO
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ARMAMENTO DE SITIO EN EL CASTILLO DE CHINCHILLA
(ALBACETE) DURANTE LA GUERRA DEL MARQUESADO DE
VILLENA: LA ARTILLERÍA DE HIERRO FORJADO
SIEGE WEAPONRY IN THE CASTLE OF CHINCHILLA
(ALBACETE) DURING THE WAR OF THE MARQUISATE OF
VILLENA: WROUGHT IRON ARTILLERY
José Luis Simón García
Instituto de Estudios Albacetenses
Albacete, JCCM, España
ORCID iD: http://orcid.org/0000-0002-5118-8790.
Alberto J. Lorrio Alvarado
Universidad de Alicante
Alicante, Comunidad Valenciana, España
ORCID iD: http://orcid.org/0000-0003-1879-4681.
Cómo citar este artículo: Simón García, J. L.; Lorrio Alvarado, A. J. (2021). Arma-
mento de sitio en el castillo de Chinchilla (Albacete) durante la guerra del mar-
quesado de Villena: la artillería de hierro forjado. Al-Basit (66), 399-442. http://
doi.org/10.37927/al-basit.66_10
Recibido/Received: 06-07-2021
Aceptado/Accepted: 10-10-2021
ABSTRACT: In this paper we
present a second study on the
weapons recovered from the ex-
cavations at Chinchilla Castle (Al-
bacete), this time focused on the
War of the Marquis of Villena, in

the kingdom of Castilla between
Don Diego Pacheco, Marquis of
Villena, supporting Juana la Bel-
traneja and Isabel la Católica with
the support of Fernando de Ara-
gón.
RESUMEN: Presentamos un se-
gundo trabajo sobre las armas
recuperadas en las excavaciones
del Castillo de Chinchilla (Alba-
cete), en esta ocasión centrado en
la Guerra del Marquesado de Vi-
-
cesión del reino de Castilla entre
don Diego Pacheco, marqués de
Villena, apoyando a Juana la Bel-
traneja, e Isabel la Católica con el
apoyo de Fernando de Aragón.
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KEY WORDS: War of the Marquis
of Villena, wrought iron artillery,
Chinchilla, Albacete.
PALABRAS CLAVE: Guerra del
Marquesado de Villena, artillería
de hierro forjado, Chinchilla, Al-
bacete.
1. INTRODUCCIÓN
En el estudio de la poliorcética de los castillos y torres de la
Edad Media, hay un antes y un después en su composición y diseño
con la aparición de la pólvora y los diferentes armamentos que la
empleaban, desde los más ligeros y de uso personal a los más pe-
sados necesitados de un amplio equipo artillero. Se considera que
las trasformaciones efectuadas a lo largo del siglo XV suponen una
etapa de transición entre los castillos de la Alta Edad Media (Cooper,
2012, p. 100; Mora 2002, p. 651), donde las defensas estaban pen-
sadas para resistir el ataque de maquinaria de guerra, como arietes
-
ciones abaluartas del Renacimiento, diseñadas casi exclusivamente
para el uso defensivo y ofensivo de la artillería.
Ya señalamos en el trabajo que anterior (Simón, et al. 2017),
que el empleo de la pólvora está considerado como la primera de las
revoluciones dentro del «arte de la guerr
Su uso cambió las estrategias defensivas y ofensivas, el ar-
mamento y por consiguiente sus efectos tanto sobre los contendien-
tes como sobre las estructuras que hasta ese momento se habían
empleado. Existe un debate sobre su introducción en las tierras
peninsulares, en las acciones bélicas que en 1331 desarrollaron las
fuerzas de Mohamed IV de Granada en Alicante, bajo el reinado de
Alfonso IV de Aragón (SOUSA, 1990, p. 98), y el sitio de Tarifa en
1340 por los benimerines, los cuales al levantar el sitio por la llega-
da de Alfonso XI de Castilla y ser derrotados en la batalla del Salado
(1340) abandonaron su artillería, la cual paso a formar parte del
equipamiento cristiano, usándola en el sitio de Algeciras de 1342-
1344, tanto por el rey castellano como por los defensores.
José Luis Simón García y Alberto J. Lorrio Alvarado
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
que los omnes habían muy grand espanto, ça en cualquier miem-
bro del ome que diese, levábalo a cercén, como si ge lo cortasen
con et tirabantes muchas piedras con los engeños, et concabritas,

que los omes avian muy grand espanto, ca en qualquier miembro
del ome que diese, levábalo cercen, como si ge lo cortasen con
cochiello et quanto quiera poco que orne fuese ferido della, luego
era muerto, et non avia cerurgia ninguna que le podiese aprove-
char: lo uno porque venia ardiendo como fuego, et lo otro porque
los polvos con que la lanzaban eran de tal natura, que qualquier

pasaba un ome con todas sus armas1. (Arantegui, 1887).
A partir de ese momento se generalizó por todos los reinos

los diseños de las defensas, como castillos y torres, la composición
de los cuerpos de ejército y las estrategias de sitio.
La aplicación inicial se ciñó a piezas rudimentarias, denomi-
nadas «truenos» o «bombardas» , que pronto dieron pasó a armas
individuales, o ‘truenos de mano, de menor diámetro y peso, que,
por sus características, especialmente la lentitud e imprecisión,
frente al arco y la ballesta, hizo necesario crear cuerpos mixtos de
scopettieri y ballesteros, cuyas armas de fuego evolucionarán desde
el arcabuz al mosquete. En su mayoría eran piezas de hierro forjado
y eran parte del equipamiento de los ejércitos, tanto del rey como de
los más importantes nobles, los cuales se aseguraban de disponer
de los medios y los recursos para su elaboración y uso, dándoles una
ventaja militar que les permitía imponer sus intereses, incluso a la
propia corona.
Para el servicio de cada pieza artillera eran necesarios no
menos de cuatro hombres que debían de tener una complexión «ro-
busta y gallarda» y al menos uno de ellos debía de ser experto en
1 Crónica del Rey D Alfonso el Onceno, (cap. CCXCII).
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la fabricación y uso de la pólvora (González, 1997, p. 373). Para su
transporte eran necesarias caravanas o «trenes» tirados por caba-
llos o bueyes, que tenían que ir precedidas por grupos de peones
con un maestro al frente para ir reparando o reforzando los cami-
nos, puentes o vados.
Sin embargo, disponer de artillería, tanto para los ejércitos
reales como señoriales, era extremadamente costoso, pero suma-
mente intimidatorio, no tanto por su efectividad, tal y como se verá
en la Guerra del Marquesado (1475-1480) (Pretel, 2002, p. 118),
sino por su valor simbólico. La situación cambia radicalmente a par-


como la «conquista de la artillería» (Castillo, 2004, p. 42).
Entre 2009 y 2010 se realizaron actuaciones arqueológicas
en el interior del Castillo de Chinchilla, como paso previo a la redac-
ción de un proyecto de restauración y rehabilitación de la fortaleza,
que permitieron localizar las dos piezas objeto de este trabajo, de las
que apenas se da noticia al presentar los resultados de los trabajos
arqueológicos (Izquierdo, 2011, p. 169-203). Tan solo se señala que,
junto a las escaleras de la Puerta de la Villa, por su parte interior, se
localizó «un cañón tipo bombarda (característico del S. XV), exhu-
mado frente a las escaleras, al que se sumó la aparición de munición
en piedra» (Izquierdo, 2011, p. 169-203), sin que podamos precisar
si se trata de la bombarda o mortero o de la caña de bombarda, pues
nada se precisa al respecto, al tiempo que falta cualquier informa-
ción sobre la procedencia del segundo ejemplar.
Lo cierto es que ambas piezas son las únicas conservadas de
la dotación artillera que la fortaleza contó en el siglo XV, relacionada
con los acontecimientos bélicos de la Guerra del Marquesado, cuan-
do fue sitiada y estas piezas, junto con otras que se han perdido,
entraron en acción.
Tras la excavación se trasladaron para su depósito al Museo
Provincial de Albacete, donde permanecieron hasta su traslado al
Centro de Interpretación del Castillo de Chinchilla, emplazado en el
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antiguo Pósito, donde se exhiben y forman parte del material mu-
2.
Aunque las piezas objeto del presente estudio no son una no-
vedad dentro del panorama de piezas artilleras de la época de los

Museo de Artillería de Segovia y en el Museo del Ejército de Toledo,
su interés resulta indudable, por lo que creemos necesario su estu-
dio y difusión. Son las únicas existentes en Castilla-La Mancha, junto
a las piezas del Museo del Ejército de Toledo, teniendo el interés de
proceder de excavaciones arqueológicas y conservarse en la actuali-
dad en su ubicación original, el Castillo de Chinchilla, a diferencia de
otros conjuntos, como los cañones aparecidos en las excavaciones
de La Mota de Medina del Campo en 1917, 1930 y 1939 que se per-
dieron y no han podido ser recuperados (Cobos y de Castro, 2000,
p. 259).
2. EL ARMAMENTO DE SITIO EN LA GUERRA DEL MARQUESADO
DE VILLENA (1476-1480)

siglo XV la podemos conocer a través de los trabajos de investiga-
ción que diversos autores han venido realizando sobre los aconte-
cimientos acaecidos en el marco de lo que se viene denominando la
Guerra del Marquesado (Pretel, 1987, 1992 y 2002; Ortuño, 2005),
entre don Diego López Pacheco, II marqués de Villena y los Reyes
Católicos, en el marco de la guerra de sucesión por la Corona de Cas-
tilla.
2 Queremos agradecer al personal del Centro de Interpretación del Castillo
de Chinchilla las facilidades para el estudio de las piezas. La toma de datos se
tuvo que hacer sin manipularlas en ningún momento, ya que se encuentran sin
restaurar y en un proceso de degradación muy severo, que hace temer por su
integridad. Salvo las piezas que forman parte del Museo del Ejército de Toledo,
son los dos únicos ejemplares de artillería medieval de Castilla-La Mancha y sería
conveniente su tratamiento urgente.
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
castillos del marquesado de Villena, enfrentando de forma muy en-
conada a los partidarios de ambos bandos, lo que supuso el sitio y
asedio de castillos como los de Chinchilla, Sax, Villena y Almansa y
escaramuzas menores en Jumilla, Jorquera, Alarcón e Iniesta.
Según Ortuño (2005, p. 50), la dotación de efectivos humanos
del castillo de Chinchilla estaría entre veinte o treinta individuos,
los cuales contaban con un armamento propiedad del marqués, tan-
to los elementos de protección personal, como el armamento indi-
vidual, la maquinaría mecánica y, sobre todo, las armas de pólvora,
entre la que estaban las armas personales y veinticuatro piezas arti-
lleras (Castro y Mateo, 2018, p. 115).
En el inventario de 1477, es decir, después de iniciarse el
-
dió desde junio de 1476 a enero de 1477, se señala como piezas des-

en la torre del homenaje, en al baluarte de la puerta falsa o trasera y
en la principal», que por su posición las podemos considerar como
las armas de mayor calibre y alcance, defendiendo los puntos vulne-
rables del castillo, las puertas de acceso, tanto la de la «Villa», como
la del «Campo» y pasando a la ofensiva desde el punto más alto de
la Torre del Homenaje, desde donde se logra alcanzar mayor distan-
cia y precisión, ya sea en un tiro curvo o un disparo recto o tenso,
al tiempo que se está fuera del alcance de los sitiadores. Las piezas
más destacadas descritas en ese inventario son:
«Mas vna lonbarda gruesa con su seruidor».
«Mas otra lonbarda gruesa con dos seruidores e su curue-
ña e ocho faxas».
«Mas otra lonbarda gruesa con su seruidor e su curueña
e syete faxas e media, e vn trascoçe de faxa e tres çinchos
e çinco perlos con sus chanetas».
«Mas otra lonbarda gruesa con su seruidor e con su
curueña e siete faxas e syete çinchos chanetas e vna ros-
tra con su trascoçe e sus puntos».
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«Mas otra lonbarda con dos seruidores e su curueña e
nueue faxas, las syete con sus peros e chanetas e su tras-

«Mas otra lonbarda con dos seruidores e con su curueña
e con seys faxas e seys çinchos e vn trascoçe de faxa e su
coge llana».
«Mas otra lonbarda con dos seruidores e syete faxas, las
çinco con perlos e chanetas e vn trascoçe de faxa e su
coge con dos cadenas».
La efectividad de estas bombardas, o lombardas, les permite
tener al alcance la Iglesia de El Salvador o San Salvador de Chinchi-
lla, hoy San Julián, lo cual supone un alcance de 160 metros, con la
pendiente a favor, lo que implica que toda la ciudad de Chinchilla
estaba a su alcance3. Por el contrario, las dos bombardas empleadas
por los sitiadores tuvieron que emplazarse en el Cerro de San Blas,
a unos 170 m., en unas atalayas y torres improvisadas, dado su tiro
recto, y un trabuco, de tiro curvo, en el campanario de la Iglesia de
San Salvador4. Este intercambio artillero, entre sitiados y sitiadores,
supuso la destrucción del caserío en la parte alta, incluida la Iglesia
de San Salvador (Fig. 1).
3 Todo el caserío se encuentra a un alcance de 600 m. quedando la parte antigua a
una distancia de 330 a 400 m.
4 La Iglesia de El Salvador o San Salvador es lo que hoy se conoce como Iglesia y
Hospital de San Julián (Pretel, 1992, p. 42).
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

torno a la fortaleza y emplazamiento sobre una vista aérea actual.
José Luis Simón García y Alberto J. Lorrio Alvarado
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La singularidad de las «cuatro lombardas gruesas», conlle-
va la costumbre de la época de tener un nombre individualizado,
que aparece en el inventario de 1480. Son la Osoria, la cual posee
«dos servidores», es decir, dos recámaras, la Chinchilla, la Villena y
la Marquesa, las tres con un solo servidor o recamara. Pudiera de-
ducirse que la Osoria pudo ser de mayor tamaño y calibre y todas
hacen alusión a lugares destacados del marquesado.
Seguidamente se relacionan los pasavolantes, unas lombar-
das de menor calibre, unos 20 cm y de unos 2 m de longitud (Ortu-
ño, 2005, pp.58-59), dos de ellos completos, uno montado sobre una

de tiro, dos completas al parecer sin cureña y otras dos sin recáma-
ras, por lo que se entiende que servirían de repuesto.
«Mas un pasabolante con vn seuidor e vn escalera sobre
que tyra».
«Mas otro pasabolante con su curueña con çinco faxas
con su rostra e çinco peros e su coge de cadena».
«Mas dos medios pasabolantes, cada vno de ellos con su
seruidor».
«Mas otros dos medios pasabolantes syn seruidores».
Luego aparecen dos espingardones y cinco espingardas, unos
cañones de manejo personal, usados con ayuda de una barra de apo-
yo de diferentes calibres y una espingarda de azofar inutilizada.
«Mas çinco espingardas de llaue, cada vna con dos serui-
dores, e su coges con sus cadenas».
«Mas vn espingardon».
«Mas otro espingardon quebrado».
«Mas otra espingarda de açofar quebrada».
Finalmente aparece un trueno y dos cuartazgo, que corres-
ponderían a una bombarda trabuquera o un mortero o pedrero, de
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
posee la cureña, o al menos no se encuentra montado, por lo que
pudiera estar inutilizado.
«Mas un trueno desguarneçido».
«Mas vn quartadgo grueso con quatro aldavas».
«Mas otro quartadgo grueso con dos aldavas».
A todo ello habría se sumar los proyectiles, de piedra o hie-
rro, adaptados a los calibres de cada una de las piezas, por lo que
solían realizarse en el lugar y el momento de ser necesarios, para lo
cual se contaba con los instrumentos de cantería adecuados, como
calibres y plantillas de madera. Se señala la existencia de carretas
herradas para mover las piezas de artillería más pesadas y despla-
zarlas al punto de la fortaleza más adecuado en cada momento.
«Mas vna carreta de vna 1 onbarda e esta ferrada».
«Mas otra carreta ferrada, que es de otra lonbarda».
«Mas otra carreta ferrada de otra lonbarda».
«Mas otra carreta de pasabolante».
«Mas otro carreton de vn pasabolante ferrado».
«Mas dos exes de olmo de las carretas».
«Mas vna rostra de vna curueña de otra lonbarda».
«Mas dos moledores de polvora».
-
vatas».
Finalmente se indica que la pólvora, la cual se realizaba en
la propia fortaleza y para ello contaba con los instrumentos nece-
sarios, como morteros y cedazos, sacas de tela, etc., se guardaba en
una estancia concreta «la casa del bastimento de la pólvora» mien-
tras el salitre para realizarla estaba en la planta baja de la torre del
Homenaje, la cual contaba con una cubierta en bóveda, tal y como
se aprecia en el plano de Josef La Corte de 1811 (Simón, 2011, p.

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(Ortuño, 2005, p. 131), donde se señala que en la «troxa de la casa
del bastimento» hay
«Mas de plomo seys arrobas e diez e nueve libras».
«Mas siete arrobas e catroze libras de poluora en quatro
çurrones».
«Mas dos arrobas de cañamo en çerda».
«Mas vn trueno pequeño quebrado».
«Mas de salitre veynte e siete arrobas e veynte libras,
pesese en seis pesos con vna talega. No se quitaron las
taras».
«Mas de çufre catorze arrobas e quatro libras. Pesese en
dos pesos con la talega. No se tyro la tara».
            
Corona, se había logrado reunir en la fortaleza chinchillana la im-
presionante cifra de cuarenta piezas, con este desglose: once lom-
bardas, tres medias lombardas, cinco pasavolantes, tres medios
pasavolantes, cuatro cerbatanas, un trueno, cuatro cuartagos, siete
espingardas de llave, un espingardón y una espingarda de azofar. En
la Torre del Homenaje se inventariaron:
«Mas vn pasabolante en la torre del omenaje en curenado
en su banco e puntos con su seruidor».
«Mas vna curaena de madera de media lonbarda syn fye-
rro ninguno».
«Mas vna lonbarda gruesa encuruñada con dos çinchos e
otro jincho delgado a la coz!».
«Mas vn quartadzgo grueso con sus quatro hebillas».
«Mas en el baluarte de la puerta falsa media lonbarda con
su seruidor, el qua¡ esta dentro en la fortaleza».
«Mas otra lonbarda desencureñada que esta quitado vn
çello a do se junta el seruidor».
«Mas otra lonbarda gruesa desencurenada con su serui-
dor».
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«Mas otra media lonbarda larga con su seruidor».
«Mas vna curena de media Ionbarda con vn perno e dos
clavos largos con su ençerado grande con dos hevillas».
«Mas vn pasabotante con su seruidor».
«Mas otra lonbarda guresa con su seruidor».
«Mas otro quartadzgo grande».
«Mas otra lonbarda gruesa con su seruidor e tres piedras
grandes con ella desencurenada, vn cauallete de ella de

«Mas otra lonbarda gruesa con dos seruidores desencu-
renada».
«Mas otra media lonbarda larga con dos seruidores».
Mientras que en el Palaçio Grande, el inventario recoge:
«otra curaena grande vieja de lonbarda con dos faxas».
«Mas vn espyngarda de llaue con su curena».
«Mas vn espingarda rebentada».
«Mas vn espingarda encurenado».
«Mas vn espyngarda desencurenada».
«Mas vn çedaço de pasar poluora».
«Mas dos moledores de palo de moler poluoral».
«Mas otra espyngarda rebentada ».
«Mas otra espyngarda desencurenada».
«Mas otras dos espyngardas encurunadas [sic] e con su ba-
rrena e tacadores».
«Mas quatro seruidores de espyngardas de llaue».
«Mas otro seruidor de espyngarda con llaue».
«Mas otro molde para fazer piedras de lonbardas con dos
asas».
«Mas dos medios pasabolantes syn seruidores».
«Mas vna maroma grande del trabuco de cañamo».
«Mas otro pedaço de maroma de cañamo del dicho trabuco».
«Mas vna honda de cañamo del dicho trabuco».
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«Mas otro seruidor de llaue pequeño».
«Mas çinco curaenas de espingardas de Ilaue».
-
nas».


«Mas baxo de la trox fasta veynte arrobas de caruon de pyno
e de sajes para poluora».
«Mas al cabo de la casa el bastymento fasta quinze arrobas
de carbon de carrasca porque ay deçisco, e tierra otras quin-
ze arrobas».
«Mas otro çedaço de pasar poluora.»
Este conjunto artillero es completamente engañoso, ya que
-
tario de 1480, donde aparecen muchas piezas «desencureñadas»,
«reventada» o «ronpidos», seguramente porque las mejores, o al
menos las que todavía tenían un cierto uso y valor, tras la capitula-
ción con los Reyes Católicos (Franco, 2005) fueron, junto con las de
otras fortalezas del marqués, desplazadas a un lugar seguro, para
luego ser empleadas en otras campañas, como la conquista del reino
nazarí de Granada o las campañas de Carlos V en Flandes, tal y como

De todo este conjunto, en los trabajos de excavación efectua-
dos entre 2009 y 2010 se recuperaron una bombarda o mortero, y
una caña de bombarda que, por su longitud -de unos 2 m con la re-
camara- sería un pasavolante de munición en piedra y hierro, como
bolaños de diferente calibre y pelotas de hierro. Una de las piezas
apareció en la parte interior de la puerta de la Villa, tal y como se
       
trabajo de Izquierdo (2011) cuál de las dos piezas recuperas en las
excavaciones corresponde con tal procedencia.
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3. LA BOMBARDA TRABUQUERA, MORTERO O PEDRERO DEL
CASTILLO DE CHINCHILLA
La falta de homogeneidad en la artillería primigenia lleva
en ocasiones a utilizar la misma terminología para piezas semejan-
tes en composición, pero muy diferentes en su uso, pese a que su
     
causar el mayor daño posible. De ahí que encontremos el término
bombardas o lombardas para referirse en ocasiones a lo que con
posterioridad se denominarán morteros o pedreros (Herrero, 2004,
p. 167). En este caso se trata de una pieza artillera compuesta por
un solo elemento realizado a partir de láminas de hierro, que posee
dos secciones, una de menor tamaño que hace las funciones de re-
cámara y otra más amplia que es la cámara o tubo, muy corto, donde
se aloja el bolaño o proyectil. Sirven para efectuar tiros curvos, bien
para superar las defensas exteriores, atacando el interior del recinto
defensivo, o para emplazamientos a una cota mayor que las de los
sitiadores. Un ejemplo de este tipo de uso en posiciones elevadas
fue su utilización en el sito de Ronda (1485) y posteriormente en el
de Málaga, en concreto contra la fortaleza de Gibralfaro (1487) (Gil
y Toledo, 2008, p. 319).
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Fig. 2.- 1. Bombarda trabuquera o mortero 2. Caña de bombarda. Bolaños.
La pieza nº 1 (Fig, 2.1) está completamente oxidada en la ac-
tualidad y en un estado de corrosión muy avanzado, pero todo indi-
ca que se encuentra completa. Posee una longitud total de 102 cm,
de los cuales 49 cm son de la recámara y el resto, 53 cm, del tubo. Al
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exterior la pieza se refuerza en la cámara con un aro o duela de hie-
rro que a su vez sirve para sujetar dos anillas, a ambos lados, que se
conservan adheridas y oxidadas y tienen como misión poder modi-

tubo presenta igualmente dos aros o duelas de hierro para reforzar
su resistencia, conservando en el más próximo a la boca dos anillas
de hierro, de sección cuadrangular con las esquinas redondeadas,
lo que se relaciona con el proceso de forja. Se conserva el punto de
mira, justo en el borde a modo de resalte redondeado y no hemos
podido localizar por el grado de oxidación el oído o fogón. La parte
interior se conserva vacía, lo que permite conocer sus dimensiones,
la cámara posee 60 cm de profundidad por 20 cm de diámetro y la
caña 38 cm de profundidad por 52 cm de diámetro, lo cual nos da la
media de los bolaños de piedra y por tanto su calibre y peso, ya sea
en piedra o hierro, además de poder arrojar cestos de piedras, de
donde toma el nombre de «pedrero» (Sousa, 1990).
Las argollas servirían para sujetarla a la cureña, habitual-
mente sin ruedas, y facilitar su manejo y traslado, al tiempo que

Una pieza similar está en la Sala de Armas del Alcázar de Segovia

para su accionamiento. La pieza de Chinchilla se menciona de forma
genérica en los inventarios de 1477 y 1480, sin que se pueda preci-
sar su emplazamiento concreto (Fig. 3).
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Fig. 3.- Detalles de la bombarda trabuquera o mortero del Castillo de Chinchilla
4. LA BOMBARDA, LOMBARDA O CAÑA DE FUEGO DEL CASTILLO
DE CHINCHILLA
Las bombardas están compuestas de dos piezas, una de
mayor longitud, la caña, que es la que recorre el proyectil para un
disparo recto o tenso, y la recámara, mucho más corta, de menor
calibre y, donde se coloca la pólvora, situada en la parte posterior.
Ambas poseen anillas de refuerzo exterior, colocados en caliente
para su unión con las barras de la caña, con la longitud y forma de-
cididas mediante forja. Después se limaban los laterales y con ellas
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se completaba el tubo interior. En la parte posterior estaba situado
el resalte para el enchufe de la recámara. Se construía con un aro en
el interior de la parte posterior de la caña, que iba sujeta con los re-

argollas y refuerzos. Cada bombarda tenía unos proyectiles deter-
minados, por lo que se calculaba antes el calibre de cada una. Para
construir la recámara, las barras se trabajaban de la misma manera
que las de la caña. Para terminar, se soldaba el enchufe y se formaba
la culata (López, 2011, pp. 241-242).
Una caña de bombarda podía ir dotada de varias recámaras y
tanto la caña como la recámara debía quedar perfectamente unidas
y sujetas a la cureña para efectuar un disparo con éxito5. La cantidad
de pólvora se dejaba a criterio del artillero en las primeras épocas.
-
naría las tres quintas partes de la recámara, quedando una quinta
parte sin llenar y otra quinta parte ocupada por un taco de madera
de tilo, sauce o pino. Después la recámara se encajaba en la caña.
El bolaño se introducía por la boca de la caña, empujándole hasta
el fondo y acuñándole. Una vez hecho fuego, se sacaba la recámara.
Esto podía efectuarse soltando las cuerdas, corriendo la pieza hacia
adelante o retrasando el tope posterior (Sousa, 1990).
La pieza nº 2 o bombarda de Chinchilla solo conserva la caña
(Fig. 2.2). En la actualidad posee una longitud de 162 cm, un diá-
metro en el resalte de 22 cm y 10 cm de longitud, apreciándose una
deformidad en las barras de hierro que pudiera indicar un estallido
accidental. El resto de la caña lo conforma un tubo con seis aros o
duelas de hierro de refuerzo, de 2,5 cm de ancho, a intervalos de
entre 22 y 25 cm. La boca tiene un diámetro exterior de 30 cm y 24
cm al interior, lo que da un espesor de las paredes de 3 cm. Posee el
punto de mira situado en el mismo borde, de forma redondeada. El
calibre se situaría en los 24 cm, tanto para bolaños de piedra como
de hierro (Fig. 2.2).
5 Algunos autores señalan que una bombarda podía realizar cuatro tiros por hora
con un alcance de entre 1.300 a 2.000 m, una distancia donde la precisión es muy
escasa (Vigón, 1947).
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

la caña. Posee un par de argollas en los aros o duelas de refuerzo de
forma alternante, en tres de ellos, desde el resalte hacia la boca. En
la actualidad la pieza esta rellena del sedimento que la cubría y es lo
que le da consistencia a la caña (Fig. 4).
Fig. 4.- Detalles de la caña de bombarda del Castillo de Chinchilla
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Es un tipo de pieza muy común, ampliamente utilizada en el
siglo XV, especialmente en su segunda mitad, siendo sustituida en el
siglo XVI por los cañones de bronce. Es una de las piezas menciona-
das en los inventarios de 1477 y 1480, sin que se pueda precisar su
emplazamiento y no creemos que por su tamaño tuviera una deno-
minación singular.
El alcance máximo se estima en 1.300 m, con una máxima
efectividad entre los 100 y los 200 m en un tiro recto o tenso, muy
útil para abrir brechas en los muros de defensa, y una cadencia de
ocho disparos al día, La fatiga de materiales, y seguramente el uso
incorrecto de la pólvora, hizo que muchas de ellas reventasen por
la junta de unión entre la caña y la recámara, lo cual se puede apre-
ciar en muchos de los ejemplares conservados y en parte en el aquí
analizado.
5. OTROS ARMAMENTOS DE FUEGO DEL CASTILLO DE
CHINCHILLA
Los proyectiles recuperados en la intervención, por su cali-
bre y características, la mayoría ‘pelotas’ de hierro, debieron de ser
usadas por falconetes, ribadoquines y sobre todo cerbatanas, que
aparecen mencionadas en el inventario de 1480. De hierro se expo-
nen 12 ejemplares de 5-6 cm de diámetro, 16 de 3-4 cm y 26 de 2-3
cm, todos ellos con un intenso proceso de corrosión que distorsiona
su tamaño y peso.
Los bolaños, realizados en piedra caliza, son de varios diá-
metros y pesos, por lo general medianos, entre 5 y 12 arrobas, y
pequeños de 1 a 5 arrobas6. En el Centro de interpretación hay ex-
puestos siete, dos de tamaño mediano y cinco de tamaño pequeño.
Las balas de fuego, huecas, con carga explosiva interior, se
usaron por primera vez en el sitio de Ronda de 1484 por la artillería
de Fernando El Católico (González, 2003). En las excavaciones del
castillo de Chinchilla se han recuperado unos proyectiles huecos, de
6 Una arroba equivale a 11,339 kilogramos y a 25 libras.
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un calibre diferente al de los cañones de a 6 largo y de a 12 del siglo
XIX (Simón, Lorrio, Sánchez y Moneo, 2017, p. 181) pero que requie-
ren de un estudio detallado para determinar su cronología.
6. LA ARTILLERÍA EN LAS FORTIFICACIONES DEL MARQUESADO
DE VILLENA
Cuando en 1445 el rey de Castilla y León, Juan II, otorga el
título de marqués de Villena a don Juan Pacheco, lo hace sobre una
serie de villas que habían pertenecido al antiguo señorío de Ville-
na, aunque otras todavía estaban bajo la jurisdicción real o de otros
señoríos, por lo que el primer objetivo del nuevo marqués será la
recomposición del marquesado, un territorio que había sido un apa-
nage de la monarquía reservado a los segundones de la familia real
desfavorecidos por las leyes de herencia, lo que encumbraba a don
Juan Pacheco en el escalafón de la época a los más altos puestos de
la corte castellana.
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su poder, puesto que entre la concesión y la posesión real pasan en
ocasiones años de disputas, litigios y resistencias de agraviados, al-
caides y concejos. En tercer lugar, eran necesarias ante sus rivales y
enemigos unas defensas capaces de repeler o servir de bases a las
ofensivas militares. Este último aspecto, la importancia de los cas-
tillos y alcázares para cualquier maniobra política (Franco, 2012, p.
62) había sido la primera lección que había aprendido el marqués
al servicio del entonces príncipe de Asturias y quizás fuese, entre
otras muchas circunstancias, la principal causa del programa de re-
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al unísono, hasta el punto de que en muchas de ellas la fortaleza
surgirá de forma casi ex novo.
Entre la posesión de los castillos del marquesado por don
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hijo don Diego Pacheco en 1468, se desarrolla una actividad frené-
tica de construcción que durara una veintena de años, que apenas
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yoría de los casos con el inicio de la Guerra del Marquesado (1475-
1480). Será un periodo muy breve de tiempo para tan importante
objetivo, en el que será necesario un constante esfuerzo económico,
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sus vasallos y la denuncia por sus rivales de la apropiación de las
rentas reales (Pretel, 1981, p. 109). Al mismo tiempo es necesario
un importante esfuerzo organizativo, en donde participarán maes-
tros de traza y obra asistidos por canteros para las partes singulares
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tos defensivos como matacanes, ladroneras, troneras y elementos
constructivos singulares. Serán necesarios alarifes especializados
en obras hidráulicas, como pozos y aljibes y cuadrillas de peones
para el resto de las fábricas de mampostería, junto con los maestros
artilleros para el diseño y emplazamiento de las nuevas defensas
que emplean la pólvora.
Por el momento son pocos los datos que se poseen sobre la
participación de maestros de obras en la construcción de los casti-
llos del marquesado y si estos participaron en la concepción general
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caso se ha relacionado a Hanequin de Bruselas, que participo en la
colegiata de San Bartolomé de Belmonte, con el proyecto y traza de
castillo palacio de don Juan Pacheco en esa localidad, suponiendo la
continuación de la construcción del castillo-palacio por el maestro
de traza y obra Juan Guas, tanto por las similitudes con otros casti-
llos-palacios, como el castillo de Manzanares y el de Mombeltrán,
como la relación con el marqués en la construcción del monasterio
del Parral de Segovia.
En la obra clásica Castillos Señoriales en la Corona de Castilla,
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entre algunos de los castillos de Castilla, que entre los que nos ocu-
pan estarían los de Belmonte (Fig. 15) y Mombeltrán (Cooper, 1991,
p. 169) o la similitud entre las torres del homenaje de Belmonte y
José Luis Simón García y Alberto J. Lorrio Alvarado
ARMAMENTO DE SITIO EN EL CASTILLO DE CHINCHILLA (ALBACETE) DURANTE LA GUERRA DEL MARQUESADO DE VILLENA: LA ARTILLERÍA DE HIERRO FORJADO
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Jumilla (Cooper, 1991, p. 831), pero no señalaba que existiera una
relación entre la mayoría de los castillos del marquesado de Ville-
na. Sea como fuere, las obras en los castillos del marquesado se
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planta, como Belmonte o Garcimuñóz, a los que sufrieron reformas
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novo, como Villena, Almansa, Jumilla o Chinchilla, y los que fueron
reforzados con elementos puntuales como Alarcón, Sax, Alcaraz, To-
barra, Hellín y quizás Requena. Los refuerzos de las construcciones
preexistentes se extendieron a otros castillos bajo su posesión, espe-
cialmente en Escalona (Cooper, 1991, p. 714) y en otras muchas se
afrontaron reparaciones y acondicionamientos sustanciales. A ellos
se le sumarían los construidos por personajes relacionados con los
Pacheco, ya sean como vasallos o aliados, como serían los casos de
Carcelén, Jorquera y Alcalá del Júcar y posiblemente en castillos que
han desaparecido, como Albacete, La Roda y Munera, ente otros (Si-
món, 2011). Finalmente, podríamos relacionar todo este esfuerzo
edilicio con otras fortalezas, como algunas de las pertenecientes a
la Orden de Santiago, de la cual será don Juan Pacheco su maestre a
partir de 1467 y la de Calatrava (Franco, 2012, p. 305), que gober-
naba en nombre de su sobrino, especialmente en las que rodean al
marquesado en Cuenca, Toledo, Ciudad Real y Murcia.
Todos estos castillos se enmarcan en mayor o menor grado
en lo que se conoce como Escuela de Valladolid, estilo de la segunda
mitad del siglo XV, caracterizado por un recinto relativamente redu-
cido, o torrejones compactos sin recinto anexo, con una torre del ho-
menaje de amplia planta, gran elevación, emplazada habitualmente
en una esquina de la fortaleza y rematada en ocasiones con escara-
güitas, matacanes corridos y merlones piramidales. Se complemen-
ta el núcleo central con dos o tres recintos perimetrales, una plaza
central y un acceso entre dos torres semicirculares, generalmente
adelantado mediante una barbacana.
Sin embargo, el empleo de la artillería de sitio irá haciendo
necesario la adopción de una serie de elementos de resistencia pa-
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siva, como dotar de alambores de entre 45º y 60º a lienzos de mu-
rallas y torres exteriores para favorecer el rebote de los proyectiles,
potenciar la falsabraga o barrera y dotarla de cubetes y cubos con
troneras que en una fase algo más tardía serán sustituidos por an-
tepechos de remates abocelados, al tiempo que se reduce la altura
de la fortaleza y en especial la de las torres del homenaje, lo que
supondrá la necesidad de aumentar la altura desde la base de las ba-
rreras exteriores mediante fosos, que al mismo tiempo supondrán
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emplear la pólvora para causar el derrumbe de murallas y baluartes
(Mora, 2002, p. 552).
Cuando don Juan Pacheco ordena la reforma, adaptación o
construcción de las fortalezas del marquesado se hará siguiendo las
pautas del momento y por lo tanto las necesidades surgidas del em-
pleo de la artillería, los contingentes militares y las tareas de control,
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le sumará toda la simbología que para ello era necesaria, siendo una
de las últimas manifestaciones de un estado señorial que dará páso
a la monarquía autoritaria de los Reyes Católicos y los nuevos mo-
dos de gobierno de la Edad Moderna (Petrel, 2011, p. 467).

a su equipamiento armamentístico, tanto individual como colectivo,
donde la artillería jugaba un papel predominante, y a los especialis-
tas necesarios para su manejo. Por desgracia no contamos con in-
ventarios de traspaso de alcaidía o inventario de todos los castillos
del marquesado, pero un repaso a algunos de ellos nos puede dar
una idea del panorama general (Fig, 5).