El reloj de la Plaza Mayor
Era el que marcaba las horas en la Plaza Mayor, reloj que desapareció con la torre del mercado de 1902, finales del siglo XX, y de cuya silueta solo quedan fotografías. Una de ellas la veo en la página 270 del libro de Aurelio Pretel 'La villa de Albacete en la baja Edad Media' (IEA 2010), libro digno de múltiple loa. Sitúo mi memoria visual frente a la torre, y la dirijo hacia la parte de la calle Carnicería (¿hay carnicerías ahora, en esta calle?), y compruebo la modificación de ese pequeño riachuelo urbano que termina en la plaza.
Durante muchos años, prácticamente durante todo el siglo XX, la torre del mercado, coronada por dos pequeñas campanas, formó parte de uno de los rincones característicos de Albacete. La Plaza Mayor ha sufrido a través de los siglos modificaciones. Ella ha sido el centro de la actividad económica y también el lugar ideal para los desocupados que se acercaban a escuchar a los charlatanes, de cuyas misteriosas maletas sacaban objetos para la venta. Por la noche pasaban por ella los serenos, algunos de los que habían salido desde el Ayuntamiento para dispersarse por las calles principales de la urbe. Las últimas reformas de la plaza, ya sin la torre de 1902, han ido consiguiendo una mejor adecuación a la realidad social de este momento. Por la plaza pasó un 'rastro' menor de compraventa de cachivaches inútiles, y pasaron los vendedores de monedas, de libros de ocasión y de sellos.
No necesito buscar en los antecedentes urbanos de la Plaza Mayor , ni acudir a los investigadores para que me digan cómo era esa plaza, la plaza del mercado de 1902, porque yo la he conocido, he comprado periódicos en el quiosco de Ángel, aceitunas a Adrián, y el inigualable queso de Quintanilla; bebido con Antonio Molina el burbujeante oro de Los Corales; y allí estaba el joven Lucas vigilando mi bigote. He vivido la plaza, he escrito versos sobre ella y la tengo en mi memoria con más precisión que la más precisa de las fotografías. ¿Se puede pedir más?
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