La Virgen de Cortes y su restauración

La talla de la Virgen de Cortes es una figura de madera de pino, seguramente negro o silvestre, tallada en una sola pieza, con la excepción de los brazos; está policromada y tiene 97 centímetros de altura, 30 de anchura y 20 de profundidad. Es de tipo sedente sobre peana y la Madre lleva a su Hijo desplazado hacia su izquierda, el cual aparece, más que sentado sobre sus rodillas, adosado a su cuerpo. Ambas figuras son rigurosamente frontales, muestran una postura hierática y no se perciben rasgos dinámicos ni de comunicación entre sí. La Virgen posee un rostro triangular y alargado que está enmarcado por larga cabellera lisa de color castaño; sus cejas son trazos finos y arqueados, los ojos, almendrados, están pintados sobre escaso modelado, tiene larga nariz recta y la boca es pequeña y con labios gordezuelos, rojos y bien delimitados; el cuello es largo y grácil. La cabeza y el cuello muestran un canon de gran esbeltez, que no se corresponde con el que se observa en el resto del cuerpo, que aparece un poco desproporcionado. La Madre, vestida con túnica verde floreada, manto azul oscuro floreado y velo azul oscuro y ceñida la parte superior de la cabeza con una cinta o pañuelo ocre a modo de diadema, sostiene al Niño con su brazo izquierdo y apoyaría la mano en él (la mano fue mutilada); el codo derecho lo tendría apoyado sobre el brazo del sillón, el antebrazo estaría vertical y con la mano sostendría, probablemente, una fruta como objeto simbólico (ambos brazos, el de la Virgen y el del sillón, también están amputados), como es común en las esculturas del estilo y tipo.

La cabeza del Niño, con melena castaña, ondulada en la parte inferior, también es alargada y sus rasgos se resuelven plásticamente de la misma manera que los de la Virgen; su boca también es pequeña y el perfil de sus rojos labios aparece bien señalado. Está vestido con una túnica encarnada y seguramente tendría (los brazos fueron cortados, sustituidos y colocados en otras posiciones) el brazo izquierdo en ángulo y el derecho levantado realizando la acción de bendecir.
La anatomía de los personajes tiene escaso relieve y los ropajes, además, pocos pliegues. No es una escultura labrada de pleno bulto redondo, ya que casi toda la parte posterior se encuentra sin trabajar, peculiaridad muy frecuente en las imágenes de la época que se colocaban adosadas a un retrotábula, a un repostero o a una pared; es una superficie lisa y ligeramente curvada por detrás de la cabeza y presenta a lo largo del resto de la zona una amplia y profunda concavidad que vacía buena parte de la estatua.

Estas características iconográficas ponen de manifiesto que se trata de una Maiestas (la Virgen hace el papel de Trono de la Sabiduría del Niño), tema de ascendencia bizantina muy cultivado a lo largo de todo el arte medio y bajo medieval. La rudeza de su morfología general y la cierta tosquedad del modelado de los rostros indican que se trata de una obra románica de carácter popular; cronológicamente la adscribí a finales del siglo XII o primeras décadas del XIII -años en los que se siguieron repitiendo las formas arcaizantes y los tipos plenamente románicos-, lo que la convierte en la más antigua Virgen de los santuarios albacetenses y posibilita pensar que fue labrada con anterioridad a 1222, año que la leyenda de origen indica para su aparecimiento y hallazgo.

Aunque su estilo y cronología confieren a la escultura de la Virgen de Cortes una excepcionalidad importante en el conjunto de la imaginería religiosa provincial, el aspecto con el que ahora se le presenta siempre a los fieles -aunque no sé desde cuando- y que constituye el único que, salvo los encargados de su aderezo y arreglo, han conocido los creyentes de los últimos siglos, responde plenamente al típico y repetido modelo de vírgenes patronales o titulares de santuarios creado al generalizarse la costumbre de hacer imágenes de vestir para humanizar y aproximar más al personaje sagrado al pueblo y para proporcionarle un aspecto más lujoso, cambiante, deslumbrador y emotivo. Como consecuencia del éxito de esta tendencia artística y devocional, la talla de la Virgen de Cortes, aunque no se labró vestidera -como es, por ejemplo, la actual imagen de la Virgen de los Llanos de Albacete-, fue sistemáticamente cubierta con ropajes y con atributos iconográficos de carácter simbólico y ornamental, y así se presenta en la actualidad. Hoy, al grupo de Madre e Hijo se le ve con el aspecto piramidal que tienen estos tipos iconográficos marianos. La imagen vestida mide en torno a 136 centímetros de altura por unos 75 de anchura.

La Virgen lleva prendas de lencería, vestido con mangas, manto y toca o velo, que cubre una larga cabellera postiza de pelo natural; va coronada, porta rostrillo sobre cofia, está aureolada por gran ráfaga que llega desde la cabeza al suelo, tiene media luna a los pies, se adorna con rosario, medallas, collares y otras alhajas, los dedos de sus postizas manos están cubiertos de sortijas y sobre su frente cuelga la figura de una pequeña paloma; en su mano derecha se sujetan un bastón de mando y, desde hace muy poco, también un cetro. El Niño llevaba peluca de pelo natural hasta tiempos recientes, actualmente se presenta sin ella; también está coronado, viste camisa interior y túnica o vestido, de su cuello cuelga un cascabelero y se le suele ornamentar con diversas joyas.

Desperfectos. Los daños que ha sufrido la talla a lo largo de siglos han sido muy graves e irreversibles y la restauración no le ha podido devolver completamente, tampoco ése era el objetivo, el aspecto primitivo. Se ha reparado y consolidado la pieza y se han ejecutado acciones de conservación que han frenado su progresivo deterioro y de acabado que le han devuelto en buena parte el nivel estético que había perdido completamente. Para sobrealzar la talla se ha construido una nueva estructura, ésta de acero inoxidable, que sostiene su atuendo sobrepuesto característico, con la excepción de las coronas, y que libera a la imagen de recibirlo directamente; dicha estructura portante está diseñada de manera que permite extraer con facilidad la talla de su interior. La estructura de madera anterior era muy rígida en la transmisión de los bruscos y fuertes traqueteos que las andas sufren en las carreras rituales, pero ésta se ha confeccionado teniendo en cuenta esta problemática; habrá que esperar un tiempo para ver si el ensamblaje entre escultura y armazón metálico diseñado elimina o no los efectos perjudiciales anteriores.
No tengo muchos conocimientos técnicos sobre restauración, pero creo que se ha efectuado una buena, profunda y compleja actuación, aunque en la intervención se han tomado decisiones con las que estoy en desacuerdo. Dejar la pletina de hierro destinada a sujetar la gran ráfaga y superponerle otra nueva de acero inoxidable, también fija permanentemente, con la finalidad de sostener los brazos postizos de la Virgen. 

Mantener atornillados a las cabezas de las figuras los vástagos roscados destinados a sujetar con tuercas las coronas. Pletinas y vástagos roscados, especialmente los segundos, menoscaban el digno aspecto de una obra de arte que es importante por su antigüedad e historia y por la gran devoción que le profesan miles de devotos. Creo que los vástagos y la vieja pletina debían haber sido quitados y que la pletina nueva y los roscados para las coronas tenían que haberse colocado de otra manera.

Los clavos, tornillos y grapas que fijan la pletina de hierro son de gran longitud y, quizás, extraerlos hubiera podido provocar algún daño a la talla; sin embargo, es muy probable que el pulverizado de las cabezas de clavos y tornillos con un taladro y el serrado de las grapas por medio de una pequeña radial hubiesen permitido sacar la barra sin riesgos. 
Ya que a la imagen se le tenía que colocar un armazón metálico portante que sustituyese al de madera clavado en la escultura, la pletina que sostiene los brazos postizos y ayuda a sostener la gran ráfaga debería haberse fijado en él, eliminando la gruesa pieza de madera embutida en la oquedad del dorso de la talla.

Los vástagos roscados se podrían haber desatornillado de las cabezas y colocado sobre ellas en los extremos de sendas pletinas. Estas piezas se hubieran podido hacer más o menos así:
La de la corona de la Virgen. Prolongando y ajustando a la parte posterior de la cabeza la pletina que ayuda a sujetar la gran ráfaga y que sostiene la barra que sujeta los brazos postizos.
La de la corona del Niño. Colocando una pletina que partiendo de la misma pletina citada en el punto anterior llegase a la parte superior de la cabeza.

Cuando la imagen se presentase con la indumentaria, la articulación para sujetar la corona de la Virgen quedaría totalmente oculta por ella y tanto la del Niño que sería prácticamente inapreciable. Cuando se presentase la talla, la imagen aparecería en su pureza escultórica y totalmente libre de elementos ajenos a ella.

No se tienen datos para saber en qué posición estaba el brazo izquierdo de Jesús; la postura más frecuente que presentan los Niños del tipo en la época es la de estar en ángulo aproximadamente recto con el antebrazo, y éste paralelo al suelo; es muy corriente que con la mano sujete un libro. Se ha optado por colocarlo levantado, como el derecho, lo que supone contar con menos probabilidades de que fuese así como estaba el original, que como dije se perdió y fue sustituido por otro, que es el que ha llegado a la actualidad.

Tras su restauración, la Virgen de Cortes sigue presentando a los fieles su aspecto habitual, el que la ha identificado durante siglos ante sus devotos, el que tienen las estampas que hay colgadas en las paredes de sus casas y el que evocan sus pensamientos; para sus fieles cambiarlo sería como hacerla desaparecer, como rezarle a otra imagen; sin embargo, deben reflexionar sobre el hecho histórico, en el que apenas se repara, de que fue la veneración de la talla la que en la vieja Alcaraz originó la creencia y pensar que esa imagen constituye, precisamente, la genuina y primordial representación de María con la advocación de Cortes; la vestimenta le fue sobrepuesta muy posteriormente. Seguramente sería bueno mostrar la talla periódicamente -coincidiendo con alguna celebración mariana anual significativa- o, al menos, de vez en cuando, porque serviría para que los devotos tuvieran una apreciación global y complementaria de «ambas» imágenes; estoy seguro de que si esto hubiera sido una costumbre, los fieles no hubiesen permitido que se le dañase tanto.

* Instituto de Estudios Albacetenses.   

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